CULTURA
Rasgos
específicos del ser humano
-La posibilidad de crear útiles
artificiales: Con la producción, utilización y conservación de estos útiles
comienza propiamente la cultura humana.
-El lenguaje: Posee un lenguaje y gracias
a él, es capaz de organizar su experiencia en forma de pensamientos lo que
permite dotar a las sensaciones de sentido. Además, permite comunicar su
experiencia de la realidad con otros, y conocer la de ellos, mediante la
palabra.
-La autoconciencia o autoconocimiento es
darse cuenta de lo que ocurre alrededor y lo que hay. El ser humano es el único
ser capaz de darse cuenta de sí mismo.
-La libertad: los animales poseen unos
instintos que les permiten responder a los estímulos que les afectan de una
manera concreta que, además, es la más adecuada para sus intereses vitales. En
cambio, el ser humano ante un estímulo o situación no se ve obligado a actuar
de una única manera. Siempre tiene diversas posibilidades de las que debe
elegir.
-La sociabilidad: el ser humano tiende a
vivir en agrupaciones cada vez más complejas. El ambiente constituido por los
demás hombres es el medio social que necesita para desarrollarse. El medio de
cada ser humano está estructurado por otros humanos, por lo que el medio propio
del ser humano es la sociedad.
El
ser humano como ser cultural
A diferencia de los demás seres, el ser
humano no solo se relaciona con el medio ambiente de forma natural, sino que
también de forma cultural, es decir, mediante acciones que aprende de los
demás. La evolución biológica cede paso a la evolución cultural. El ser humano
ya no evoluciona en términos de selección de individuos, sino de sociedad
humana y se va integrando progresivamente en grupos sociales cada vez más
amplios en virtud de la evolución cultural.
Sociedad
y cultura
Los seres humanos necesitan aprender cómo
comportarse y para ello necesitan un ambiente que enseñe o permita aprender.
Éste es constituido por los demás humanos, la sociedad. La cultura es un
conjunto de valores, creencias, actitudes y objetos materiales que constituyen
el modo de vida de una determinada sociedad. Diferenciamos la cultura material
de la cultura no material o intangible que contiene todos los valores,
creencias y tradiciones. La cultura aparece como un segundo ambiente, una
segunda naturaleza propia del hombre y producida por él.
La cultura se transmite de generación en
generación. El mayor transmisor de cultura es el lenguaje, pero no menos
importante es el ejemplo de las conductas de los adultos del grupo, que sirven
como modelo a imitar para los más jóvenes. A este fenómeno de formación por
imitación se le conoce como enculturación. Este implica un fenómeno
correlativo: la socialización, que es el proceso mediante el cual el individuo
es absorbido por la cultura de su sociedad. El proceso de socialización es
permanente, aunque posee mayor valor los primeros años de vida. La difusión es
un fenómeno muy frecuente en el que una cultura influye en otra.
Relativismo
y universalismo
El etnocentrismo es la tendencia
emocional que hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar
los comportamientos de otros grupos, razas o sociedades. Este imposibilita la
comprensión exacta de los hechos sociales y culturales propios de otras
culturas y sociedades, pues utiliza criterios y valores adecuados a un contexto
en otros que no son aplicables.
Lo opuesto al etnocentrismo es el
relativismo cultural. Este consiste en afirmar que, puesto que todas las
culturas le sirven al hombre para adaptarse al medio, todas son igualmente
valiosas.
Un intento de superación de ambas es el
pluriculturalismo, que supone la valoración de todas las culturas, pero al
mismo tiempo la autocrítica de todas ellas, incluyendo la propia. Esta posición,
también llamada interculturalismo o multiculturalismo, propugna el diálogo
entre las diferentes culturas, en pie de la igualdad, para dar respuesta a los
retos que en la actualidad se plantean a toda la humanidad.
LIBERTAD
La libertad son las acciones libres,
humanas y concretas. Esta le obliga, sin embargo, a cumplir con ciertos deberes
como ciudadano. La libertad se entendía en el caso de la antigua Grecia, como
la posibilidad de tomar decisiones y llevar a cabo acciones sin imposiciones
externas.
Dos
visiones sobre la libertad
La libertad es ser uno mismo y ser fiel
al propio proyecto de vida.
- “Libertad de”: referida a la no
dependencia y no interferencia de los demás. Se trata de una libertad negativa.
- “Libertad para”: alude al compromiso y
fidelidad a uno mismo. Se trata de una libertad más interna y positiva porque
define en qué sentido somos dueños de nuestras acciones.
Desde el punto de vista ético la libertad
positiva es el tipo de libertad que está en la base de cualquier acción moral
porque actuando sin impedimentos, ponemos en práctica nuestra autonomía, la
cual se convertirá en responsabilidad en la medida en que asumamos las
consecuencias de nuestras elecciones.
Usos
del término libertad
-Libertad jurídica:
·Pertenece al ámbito del Derecho, de las
leyes, su aplicación y cumplimiento.
·Es el derecho que tiene el hombre a
obrar por sí mismo sin ser forzado por alguien en otro sentido.
·Los límites de la acción están dados por
las leyes.
-Libertad de acción:
·Es la ejecución de lo que el sujeto
quiere.
·No entra a examinar si el individuo es
radicalmente libre.
-Libertad individual:
·Implica que, en una sociedad, existe el
reconocimiento de que el hombre nace libre y dotado de inteligencia y voluntad
(dimensión interna de la libertad).
¿Qué
es la libertad?
Hay dos tipos:
-La libertad externa consiste en que
nadie nos impida trasladarnos y actuar como nos parezca oportuno, dentro de lo
que permitan las leyes y costumbres del propio país. Este tipo de libertad es
el que pierde una persona que está en prisión.
-La libertad interna consiste en poder
decidir por uno mismo sobre las cosas que nos afectan: es la libertad de querer
una cosa u otra; a esta forma se le llama también libertad de la voluntad. La
libertad interna es libertad moral; es capacidad para conducir la propia vida
conforme a los propios criterios.
Desde la edad antigua, el fenómeno de la
libertad ha conducido a una aporía, es decir, a un “callejón sin salida” entre
dos actitudes:
-La de quien está convencido de que no
sucede nada sin una causa: actitud determinista, que pretende explicar también
causalmente la conducta humana.
-La conciencia espontánea que tenemos de
actuar en ocasiones libremente, aunque estemos condicionados a obrar en un
sentido u otro.
Determinismo
El ser humano no es libre. Cuando decide,
solo es libre aparentemente. La conciencia de libertad es mera apariencia,
derivada de la ignorancia de las causas que realmente nos obligan a actuar. Hay
varios tipos:
-Determinismo físico: El ser humano es un
ser más en la naturaleza. No escapa a las leyes naturales. Es un ser físico que
está determinado por principios físicos.
-Determinismo biológico: El ser humano es
una realidad física de tipo biológico y su conducta se puede reducir a
combinaciones químicas. Actualmente, se habla de determinismo genético.
-Determinismo social: Lo que determina la
conducta humana es el medio social en el que vive. La sociedad ejerce una
fuerte presión sobre el individuo, de tal manera que, incluso cuando este se
cree libre, está obedeciendo a criterios dados socialmente.
-Determinismo educacional: Es una
variante del social. El individuo está determinado por la educación que recibe.
Esta educación refuerza determinadas conductas que son consideradas deseables y
rechaza otras menos deseables.
-Determinismo teológico: Las acciones
humanas responden a una fuerza superior de carácter divino.
Indeterminismo
Defiende la posibilidad de decisión
libre. Afirma la imprevisibilidad de la conducta humana.
-Indeterminismo físico: algunas
interpretaciones de la moderna mecánica cuántica defienden que la naturaleza se
rige por leyes probabilísticas, donde el azar y la indeterminación son
protagonistas. El comportamiento de la naturaleza, al menos a nivel subatómico,
no puede predecirse.
-Argumentación postulatoria (moral): Si
no existiera la libertad, la moral no sería posible ni tendría sentido. Y como
todos tenemos experiencia de la moral, hemos de reconocer la existencia de la libertad.
Es un argumento postulatorio, es decir, se postula (se supone) que existe la
libertad, pues si no, la moral carecería de fundamento.
-Conciencia psicológica de libertad:
Todos tenemos la intuición de que somos libres. Hacemos una cosa, pero
podríamos haber hecho otra; pienso algo, pero podría haber pensado algo
diferente y lo hago por propia voluntad.
Condicionamiento
y determinación
Estar condicionado es distinto de estar
determinado. Estar condicionado significa que no se tiene una libertad absoluta
y total, pero que se conserva la libertad suficiente como para saberse
responsable de los propios actos. Estar determinado significa, por el
contrario, negar absolutamente la posibilidad de comportarse con libertad. Es
cierto que la libertad humana está condicionada por el temperamento con que
nacemos, por el medio social y por la educación, por la situación económica y
política en que vivimos, de tal manera que no somos absolutamente libres.
Critica
al determinismo e indeterminismo
El modo de pensar determinista constituye
un reduccionismo porque reduce la complejidad y riqueza de las dimensiones
humanas a una sola. Y las posiciones reduccionistas son incapaces de justificar
los siguientes hechos, que solo se entienden si suponemos que somos libres: la
convicción con que actuamos de ser libres; el hecho de que nos hagamos
responsables de nuestros actos, personal y mutuamente... Las posiciones
deterministas e indeterministas se nos presentan en muchas ocasiones de manera
disyuntiva: o somos libres o no somos libres. Pero esta forma de plantear la
cuestión es criticable porque no parte de una descripción de la vida humana.
Esto es lo que J.P. Sartre llamaba mala fe (posibilidad que tiene el ser humano
de autoengañarse y mentirse. Quien tiene mala fe, no reconoce lo que ha hecho y
lo atribuye a otros o a las circunstancias. Provoca inautenticidad.). Ni somos
totalmente libres, ni estamos totalmente condicionados. Son las circunstancias
las que nos condicionan, es decir, nos dan condiciones para que podamos
desarrollarnos. El ser humano es una extraña mezcla de libertad o posibilidad y
de determinación o imposibilidad.
La
libertad humana
Nuestra libertad está condicionada por
muchos factores y tiene una base biológica en virtud de la cual el ser humano
capta el medio como realidad a través de su inteligencia y responde creando un
mundo de posibilidades entre las que ha de elegir y justificar su respuesta.
Pero las personas también somos capaces de darnos nuestros propios fines y
leyes; somos capaces de diseñar ideales humanizadores que nacen de la
experiencia histórica: el sufrimiento causado por la esclavitud... Porque si el
ser humano es social, la libertad también lo es. Mi libertad necesita de la
libertad del otro. Así entendida la libertad, nos acercamos a la justicia.
Justicia y libertad son dos valores que se complementan. Mi libertad no termina
donde empieza la de los otros, sino que es posibilitada también por los otros.
La
libertad como autonomía
La forma más común de entender la
libertad es como capacidad de la voluntad para elegir entre distintas posibilidades.
Una capacidad tal exige:
- Que nuestra voluntad no esté ya
determinada a obrar.
- Que no sea arbitraria. La simple
indiferencia ante dos bienes que nos atraen por igual no es suficiente, ya que
entonces la elección es irracional por arbitraria
- Que tengamos buenas razones para elegir
tras una deliberación.
Las personas somos autómatas según Kant.
Para Kant, es nuestra propia ley, ley de la libertad o ley moral, y el hecho de
que tengamos conciencia de ella prueba que nos damos nuestras propias leyes,
que somos libres. La libertad es, desde esta perspectiva, la propiedad de la
voluntad de ser una ley para sí misma. Podemos observar dos perspectivas:
-La de los acontecimientos externos a la
voluntad de las personas, esos mismos que la ciencia explica como efectos,
causados por fenómenos que les preceden en el tiempo. Es decir, existen unas
leyes naturales, a las que estamos sometidos como seres físicos que somos.
-La de la voluntad humana, capaz de
iniciar por sí misma una serie de efectos, y que es libre. Así podemos hablar
de leyes de la libertad, dadas por los seres racionales. Nos permiten organizar
nuestra vida y nuestra convivencia de modos humanizadores.
Madurez
moral
Algunos psicólogos han interpretado la
conciencia moral como la capacidad de formular juicios sobre lo justo y lo
injusto, y han estudiado cómo evoluciona y cómo se desarrolla esta capacidad. La
madurez moral es un proceso que comienza con la heteronomía moral y culmina con
la autonomía moral y se diferencia tres niveles:
-El nivel preconvencional, en el que la
persona tiene por justo lo que satisface sus intereses. Se respetan las normas
solo por las consecuencias que puede acarrear vulnerarlas. Aparece en personas
inmaduras, que se dejan llevar por sus impulsos egoístas, no son autónomas sino
heterónomas. Entienden que es “justo”, lo que les conviene.
-El nivel convencional es cuando la
persona considera justo lo que concuerda con las leyes propias de su sociedad.
En este nivel, la persona se siente miembro de una comunidad y reconoce sus
normas, sus principios y sus reglas. De este modo encuentran justificados
ciertos comportamientos discriminatorios que desde el siguiente nivel no serían
aceptables. Estas personas siguen siendo bastante heterónomas, porque, aunque
controlan sus impulsos egoístas, lo hacen para adaptarse a las normas de su
sociedad. Consideran que es “justo” lo que es “normal” en su sociedad.
-El nivel posconvencional es cuando las
personas distinguen entre las normas de su sociedad y los principios morales
universales. Son personas autónomas y su comportamiento se rige por los
principios que su propia conciencia reconoce como universalmente vinculantes.
Lo justo se define por la decisión razonable y bien meditada, adoptando la
perspectiva del respeto por la igual dignidad de todos los seres humanos y
superando cualquier discriminación que se encontrase aceptable en el nivel anterior.
Estas personas se sienten miembros de la humanidad, de modo que la justicia particular
es inseparable de la solidaridad global. La autonomía representa, por tanto, el
máximo grado de madurez moral.
Carol Gilligan ha mostrado que, además de
progresar en los valores de justicia, la persona moralmente madura ha de
progresar también en los valores del cuidado. Esto significa que la madurez
moral no es cuestión solo de alcanzar la “imparcialidad” desde el punto de
vista universalista, sino también de desarrollar un sentido de la compasión y
de la responsabilidad por quienes necesitan ayuda, empezando por los más
cercanos.
Responsabilidad
La palabra “responsabilidad” procede del
campo jurídico con el que se quería significar la defensa de una cosa en un
juicio o la justificación de una acción que ha sido puesta en entredicho. En el
siglo XVIII, el concepto de responsabilidad se usa, en el campo jurídico, para
justificar que, cuando alguien ocasiona un prejuicio a otro, debe asumir la
reparación del daño o un equivalente fijado por las leyes y por el juez.
También podemos hablar de una responsabilidad moral, que se diferencia de la
jurídica, sobre todo, porque es un fenómeno subjetivo de la conciencia moral.
Esto significa que es el sujeto el que se siente responsable de su acción, sin
que lo declare ningún tribunal, excepto su propia conciencia. La sanción de
este tipo de responsabilidad es el remordimiento. Así pues, ser moralmente
responsable de una acción significa:
-Que quien actúa lo ha hecho con
libertad, es decir, admitir que esa acción podría no haberse realizado, o
haberse realizado de otra manera distinta.
-Que quien actúa es capaz de responder de
la acción realizada, aduciendo las razones o motivos que le han impulsado a
actuar de esa forma concreta.
-Asumir las consecuencias (el bien o el
mal) que se deriven de la acción realizada.
La primera de estas condiciones es fundamental.
Convicción
y responsabilidad
La ética de la convicción es la que sigue
una persona que procura actuar de acuerdo con principios y valores moralmente
buenos, pero se desentiende de las posibles consecuencias de sus actos.
Por el contrario, la ética de la
responsabilidad pone todo el énfasis en las consecuencias previsibles de una
acción, dejando en segundo plano los principios o valores en los que se ha
inspirado.
Estas son dos formas opuestas pero
complementarias de orientarse al actuar moralmente.
Ni la ética de la convicción puede
desentenderse del todo de las consecuencias de las acciones. Cuando alguien
actúa solo en función de principios suele incurrir en comportamientos
intolerantes y totalitarios; cuando alguien solo se fija en las consecuencias
de sus actos, sin hacerle caso a los principios, corre el peligro de obrar sin
escrúpulos.
La
responsabilidad en el mundo de hoy
A lo largo del siglo XX, se ha generado
un nuevo tipo de conciencia, la conciencia planetaria. Nos enfrentamos a problemas
que no pueden ser solucionados por unos pocos países, sino que requieren la
cooperación y responsabilidad de todos. Estos avances son los que han llevado a
filósofos a denunciar la falsa idea de “progreso” sobre la que estamos
construyendo nuestra civilización. Debemos asumir responsablemente las
consecuencias de nuestras acciones.
El auténtico ciudadano no se limita a
exigir sus derechos, sino que también participa activa y responsablemente en
los asuntos que nos afectan a todos. El ideal al que se aspira es el del
ciudadano cosmopolita: persona que, desde sus condiciones concretas de vida es
solidaria con los problemas de la humanidad.
Del ejercicio profesional han surgido las
éticas profesionales, que estudian las exigencias y los valores morales específicos
de cada actividad profesional. Se trata de averiguar cuáles son los bienes
internos de cada profesión. El referente último al que se pretende llegar es el
de la excelencia: cada profesional debe poner todas sus capacidades al servicio
de la realización más perfecta posible de su trabajo.
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